Algunos elementos necesarios para construir la unidad de las izquierdas.
“El fin último de nuestra lucha histórica es la conquista de esta unidad del hombre, donde cada hombre sea a la vez técnico y filósofo, trabajador y poeta, maestro de su propio destino y señor de su propio futuro.”
Roger Garaudy
Hace algunos días escribí un artículo titulado “La Necesidad de la Unidad de las Izquierdas” en este mismo espacio. Agradezco a todos aquellos compañeros que tomaron el tiempo de leerlo, algunos de compartirlo y varios más de comentarlo. Sobre esos comentarios versará esta segunda entrega.
Nuestro gran amigo Héctor Mora, compañero de muchas batallas, hace tres preguntas fundamentales, la unidad ¿para qué?, ¿entre quienes?, y ¿cómo la concretamos? Esos elementos, sin lugar a dudas fundamentales, son parte del proceso mismo de construcción de la unidad. Una unidad sólida y que trascienda tiene que componerse de una profunda reflexión y discusión política a la par que se materializa en acciones concretas.
¿Para qué la unidad?
La unidad es necesaria para frenar el avance del modelo neoliberal en el país, para poner un alto a la política de saqueo y explotación. La unidad es necesaria para crear un nuevo enfoque de la vida productiva del país que hoy carece de industria y se basa en los servicios. La unidad es necesaria para reorientar la producción y generar un rescate a fondo del campo mexicano, hoy tan desolado. Para recobrar la riqueza nacional que hoy se encuentra en unas cuantas manos. Para generar políticas educativas que vayan orientadas a atender los problemas de la nación y no a generar mano de obra barata para el gran capital. La unidad es necesaria para revertir las reformas estructurales, las privatizaciones y las políticas lesivas al interés general. Para recuperar la dignidad nacional, para abatir la violencia, para acabar con los privilegios de la clase política y de la oligarquía.
Pero hay un elemento fundamental de para qué la unidad. Un elemento que requiere reflexión sensata y humildad, porque absolutamente ninguno de nosotros podemos solos, porque las fuerzas de ninguno de nuestros contingentes son suficiente para lograr al menos los elementos mínimos de nuestros propios programas.
Como decía en la reflexión anterior, nuestros adversarios tienen diferencias en sus programas e incluso pugnas de intereses, pero comprenden con mayor claridad que nosotros cuales son los elementos que les son comunes y en torno a ellos caminan como uno solo. Avanzan en elementos fundamentales para su política a pesar de sus diferencias mientras nosotros ponemos siempre el acento en aquello que no coincidimos como elementos insalvables para lograr la unidad.
Esa unidad se hace cada día más necesaria. La reforma energética como uno de los más grandes saqueos a la nación en la historia nos perjudica a todos. Arrebata a nuestro país su riqueza y con ello profundizará la miseria de unos a la par que desarrollará la opulencia de otros.
La lucha en contra de la reforma energética, por ejemplo, es común a quienes tienen una formación de izquierda y no militan en ningún partido político, a muchas ONG’s, a los compañeros zapatistas, al sindicalismo democrático, a los compañeros que militan en partidos políticos que se reivindican de izquierda (morenos, perredistas, petistas o de Movimiento Ciudadano), incluso a algunos sectores del viejo nacionalismo revolucionario (incluidos grupos inconformes dentro del mismo PRI), en fin, a muchísimos grupos que podríamos tratar de desarrollar en torno a ella una política común.
Así como la reforma energética, la laboral debe amalgamar a sectores igual de amplio y al mismo tiempo igual de dispersos. Y cómo lo anterior muchos elementos más.
Ahora vamos entrando a los cómos.
Aunque parecieran verdades de Perogrullo, los cómos son a la vez muy obvios y muy difíciles de alcanzar.
Lo primero es construir procesos de análisis y discusión política. Hoy todos los grupos sin excepción tenemos profundas cargas de pragmatismo. Pocos son los que están habituados a un estudio constante y sistemático de la realidad, a la realización de planes políticos y balances de los mismos, al debate, a la crítica y la autocrítica.
Estos procesos deben ser lo más colectivos posibles. Si desatamos un gran debate nacional podremos ir llegando a un segundo escalón, indispensable para la construcción de la unidad. Encontrar coincidencias.
Sin lugar a dudas existen muchísimos elementos que nos podrían dar alguna identidad mínima. Si lo reflexionamos, nuestros programas y propuestas tienen muchos elementos en común y nuestras necesidades son profundamente semejantes.
Estas coincidencias las podríamos agrupar en tres grandes rubros, a saber, qué es lo que no queremos de la situación actual, cómo vislumbramos una nueva sociedad, y las formas de lucha o mecanismos para lograr pasar de lo que hoy existe (y no queremos) a lo que pueda existir (y queremos que así sea.
Indudablemente no en todo estaremos de acuerdo y también se decantarán posiciones, algunos grupos tendrán más coincidencia con otros y se armaran bloques de afinidad, lo que no tiene nada de malo, siempre y cuando se tengan siempre presentes las coincidencias generales.
En cuanto a las diferencias, será la correlación de fuerzas (no la voluntad o el voluntarismo) la que habrá de determinar hacia donde se va inclinando la balanza. Es allí también donde se tiene que dar un debate profundo sobre cada uno de los planteamientos en los que no estemos de acuerdo. Cada fuerza tiene el inalienable derecho de impulsar su programa, sus propuestas y sus formas de organización.
La madurez en esta etapa es imprescindible, pues la unidad más amplia está siempre unida con alfileres y con posibilidades de detonar en rupturas ante temas secundarios.
Por último en lo que respecta a este punto, la mejor forma de lograr la unidad es mediante pasos sencillos dentro de la práctica. Allí la importancia, por ejemplo, de la consulta, que no solo serviría para frenar la reforma energética, sino que podría sentar un precedente importante para otros temas de interés nacional.
¿Alguien dentro del amplio espectro de las izquierdas puede estar en contra de la consulta popular? No lo creo.
Si además logramos que la consulta sea vinculatoria y obligue a partidos, legisladores y gobiernos a acatar la voluntad popular, la consulta puede convertirse en un ejercicio de democracia directa y de participación social.
En torno a ella se pueden crear la más diversa pluralidad de actividades, círculos de estudio, de análisis, mesas de debate, brigadas, festivales, encuentros. Se puede construir también organización de base regional, sectorial, por afinidad, nacional. Se puede llamar a la movilización.
No solo la consulta sirve para ello, ni es la panacea. Es una de las actividades a impulsar, nuestro deber es encontrar muchas de ellas, muy diversas y complejas, en algunas iremos todos, en otras algunos, la construcción política lo requiere.
En los temas enumerados falta uno que es clave, la unidad ¿con quién?
Parece obvio también, pero no lo tenemos claro a la hora de llevarlo a la práctica.
La unidad de acción la tenemos que dar con aquellos con los que tengamos algunas convergencias en cuanto a un programa político mínimo, con los que compartamos objetivos similares.
Con algunos la unidad se dará solo en cuanto a puntos mínimos de confluencia, con otros en cambio, la identidad programática será mayor y por tanto mayores también los elementos en los que se puede caminar en unidad.
La unidad también la determinarán las formas de lucha, debido a que se puede tener coincidencias muy amplias en cuanto a los objetivos que se pretenden conseguir, pero diferencias profundas en las formas que se habrán de emplear para conseguirlos. Por ello la unidad se logra a partir también del respeto y de las autonomías.
Por otro lado en cuanto a los quiénes, lo más difícil de entender es que la unidad se logra entre diferentes.
Es decir, si nosotros queremos que la gente vea la realidad justo como nosotros la vemos, que comparta nuestras críticas, que coincida en los caminos a seguir y que esté de acuerdo al cien por ciento en las formas de lucha que se debe emplear, no estamos buscando la unidad política entre fuerzas distintas sino la homogeneidad política para constituir una misma fuerza.
La falta de tolerancia, la negación del otro, la soberbia y la creencia en nuestra propia infalibilidad son obstáculos a una política de alianzas más amplia.
En ese sentido se tiene que tener claridad que la crítica entre aliados es válida, y la autocrítica por otro lado, increíblemente necesaria. Pero si no logramos que el acento se mantenga en las coincidencias, las rupturas son inevitables.
Conozco grupos que compartían un programa, métodos y objetivos y que se han partido y pulverizado al infinito a partir de mínimas diferencias. Peor aun cuando es a partir de poner los intereses personales o de grupo por encima de los de la colectividad.
Por otro lado en cuanto a las críticas de mi camarada y amigo Gerardo González, lo más que puedo decir es que muchas de sus críticas son válidas, y no solo eso, sino necesarias. El debate interno siempre enriquece e impide que los procesos se estanquen o se desvíen, sin embargo no pueden ser pretexto para la división o para renunciar a la búsqueda de la unidad, pues lo más grave es que, de otra manera, estamos condenados a la derrota.
El verdadero enemigo está enfrente, combatámoslo juntos.
Luis Antonio García Chávez.