La amnistía anticipada de Peña Nieto a Trump

Publicado en por Luis Antonio García Chávez

La amnistía anticipada de Peña Nieto a Trump

Poco se puede esperar, hoy por hoy, del gobierno mexicano. Un gobierno corrupto, incapaz, represor y torpe hasta la médula no da muchas esperanzas a quienes habitamos nuestra gran nación. Si la política interna del gobierno peñanietista ha sido un desastre, ingenuo sería pensar que en política exterior tendrían al menos un sentido en su actuar.

Como en una comedia, que al ser real deriva en tragedia, nos enteramos por redes sociales y por Donald Trump que fue invitado a una charla privada con Enrique Peña Nieto. Además, en los trascendidos, se sabe ya que el anfitrión esperaba la reunión para la próxima semana pues prepara (o está plagiando, no lo podemos saber con certeza) su informe de gobierno, y el invitado, en la soberbia de quien se siente superior y no lo oculta, impuso la fecha de hoy para la reunión.

Donald Trump es un empresario envuelto de siempre en temas de corrupción y malos manejos que, gracias a sus múltiples redes de intereses y complicidades, ha sido capaz de renacer en más de una ocasión, tantas como a quebrado.

De pronto consideró que tenía el talante para la conducción política de su país. Estados Unidos, el país del “show business” acogió con interés su estridente y sui géneris candidatura y comenzó a crecer, hasta verse como una posibilidad real su llegada a la presidencia de la nación más poderosa del mundo.

Gran parte de este crecimiento lo basó en una política de odio.

Estados Unidos, mayor exponente de la política neoliberal, no puede reconocer con facilidad que hoy se encuentran en crisis por un modelo económico polarizante que concentra en el 1% de la población la mayor cantidad de la riqueza, mientras el 99% no tiene nada, o casi nada. Si la culpa no es del modelo, pero se reconoce que el modelo hace agua, entonces es urgente encontrar culpables y Trump (de familia migrante) volteo a acusar a los migrantes que arrebataban trabajos a los estadounidenses, pero además traían, drogas, delitos y perdición a su país.

Este discurso, demasiado peligroso, cuajó en un sector muy importante de la población. Además, en su ataque a la migración, Trump eligió dos enemigos primigenios, la migración musulmana (equivalente en su simplismo mental al terrorismo) y la latinoamericana (para él narcotraficantes, delincuentes y pandilleros). Esos discursos simples y plagados de odios, en situaciones apremiantes para las naciones, han mostrado gran efectividad, por ejemplo el discurso anti semitista nazi del siglo pasado. Además es importante recalcar que, como para muchos estadounidenses desinformados, latino es sinónimo de mexicano, así que el discurso de Trump que buscaba ser anti latinoamericano, por simple y torpe, resultó anti mexicano.

En ese contexto, el gobierno mexicano enmudeció, primero porque no lo consideraban tan serio como para necesitar respuesta (hay que reconocer que en un principio la candidatura de Trump parecía una mala broma), y después porque cuando su crecimiento parecía acercarlo a una victoria, tuvieron miedo de enfurecerlo y que después ganara.

Entender las causas no las justifica. El gobierno mexicano tenía la obligación de mostrar dignidad y posicionar con firmeza una defensa de nuestros connacionales. Más aún cuando millones de ellos habitan en Estados Unidos y para los que un posible triunfo de Trump es un riesgo inminente. Pero no solo una vitoria presidencial representa un riesgo, Donald puede perder la presidencia, pero el avance en su discurso es ya en sí mismo una promoción de odio que pone en riesgo millones de vidas.

En lugar de tener una posición crítica y digna, Peña Nieto en su infinita incapacidad decide invitarlo a México, a una entrevista privada con el presidente de la nación a la que se ha cansado de insultar y descalificar. Lo invita hoy que es candidato y que va cayendo en las encuestas, cuando menos posibilidades tiene de ganar y diplomáticamente es absolutamente innecesario.

Si no fuera porque nuestro presidente es incapaz de armar un plan preconcebido, la única explicación posible a esta cita es que con su propio desprestigio Peña Nieto quiera acabar de hundir a Donald Trump, haciéndolo aún más nauseabundo a los ojos del electorado, el beso del diablo, pero su astucia no da para tanto. Más bien es simple y llana torpeza y sumisión.

Ante lo inevitable de la visita creo que al menos debemos, todas y todos los mexicanos, aprovechar la oportunidad para hacerle patente nuestro rechazo, para manifestar un repudio absoluto y total a su persona y a lo que representa.

Por otro lado, debemos exigir a presidencia de la república un comunicado público donde, al margen de las genuflexiones que Peña Nieto pueda hacer en privado, quede claro que, como país descalificamos su política y exigimos respeto con dignidad. Menos que eso es inadmisible.

Si bien Peña Nieto, plagiando como acostumbra, tal vez invito a Trump en el marco de una amnistía anticipada por si pudiera ganar, nosotros tenemos que decir, fuerte y claro: ¡Ni perdón ni olvido! Somos un país digno y soberano. Señor Trump, no es, ni será, bienvenido.

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